ESCATOLOGÍA DE LA PESTE

“Los que filosofan en el recto sentido de la palabra se ejercitan en el morir, y son los hombres a quienes resulta menos temeroso el estar muertos” - Platón.

El cinco de mayo, frente a la sala de cuidados intensivos de un hospital cualquiera, William un adulto contemporáneo cuyo estilo de vida high class se nota a simple vista, recibía la noticia que llenó su corazón de un vacío absurdo e inexplicable: su padre, su héroe octogenario, su maestro en el arte de reparar el tiempo, no pudo continuar dándole cuerda a su propio reloj, solo, en una habitación llena de aparatos especiales y sin aire en sus pulmones había fallecido por covid.

Horas más tarde, en cualquier oficina de la ciudad, Juan, un adulto contemporáneo, un ejecutivo de rango medio, amante de las ciencias exactas y los números, recibió una noticia que no pudo calcular: Su jefe, en un movimiento corporativo justificado por la situación económica del país, decidió dar por terminado su contrato laboral.

En la noche, Lucas Villas, un adulto contemporáneo 37 años, estudiante de pregrado en una Universidad pública, participante de las protestas que se dieron en el marco del paro nacional, después de verse danzando como un guerrero sufí embelesado por su propio ego, fue vilmente asesinado de ocho disparos, en un absurdo ataque cuyos móviles aún no son claramente identificados, pero cuyo objetivo era darle muerte.

Tres historias, tres dramas, distintos pero igual de importantes; que sirven para narrar el duro momento por el que vive el país, el golpe que la pandemia ha generado en nuestras vidas haciéndonos vivir lo que yo denomino: La escatología de la peste.  El primero y el tercero nos recuerdan la finitud del ser en cuanto ser, entre tanto, el segundo, muestra la muerte económica de una persona; y probablemente, la muerte de una empresa; muestra la finitud de un ser en cuanto ente.

La vida es vista como un regalo, un regalo superior que conlleva un triste y obligado axioma: La muerte. Escribir sobre la muerte, nos hace recordar que hay un día de los muertos, un libro de los muertos, un valle de los muertos y hasta una ciencia que estudia la muerte: la tanatología. Siempre se piensa en la muerte como la cesación de la actividad física, y aunque en efecto lo es, no es la única muerte que podemos experimentar. Una quiebra económica, una pérdida del ingreso familiar, es en sí misma una cesación de actividad financiera, que puede entenderse como una muerte.

Solo espero no ser entendido como alguien banal que compara la vida con la economía, ese no es el objetivo. El fin es hablar de la muerte desde cualquier óptica que se desee entender, es claro que las palabras del lenguaje humano, aluden a las cosas que hemos experimentado con los sentidos, sin embargo, la muerte es algo que supera la experiencia consciente, por lo tanto, de ella nos parece grotesco hablar.

(Ver: LA PESTE ECONÓMICA DE COLOMBIA DURANTE EL 2020)

Hoy, aunque el panorama sigue siendo aciago, ya se observa alguna esperanza de superar este duro momento; por una parte, el país va avanzando en el número de vacunas aplicadas buscando la anhelada inmunidad de rebaño, por el otro, el gobierno eliminó las restricciones a algunos sectores productivos por la cuarentena, lo que resultará en una recuperación debido a la mayor dinámica económica.

(Ver: VACUNAS MEDIANTE COVAX: CLAVES PARA LA RECUPERACIÓN DE LA ECONOMÍA Y EL EMPLEO UN AÑO DESPUES DE LA TRAGEDIA DE WUHAN)

El momento escatológico por el que nos hizo pasar la peste, me hizo caer en cuenta de que vivimos la realidad de nuestra vida de la misma forma en que morimos: ¡En ambos mantenemos los ojos cerrados!

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