“Dios hizo que el hombre cayera
en un sueño profundo y mientras estaba dormido, tomó una de sus costillas y con
eso, el señor Dios creó a la mujer.” Génesis
2:4-25
Toda mi existencia ha estada rodeada y enmarcada por la mujer, mi madre, tías, hermanas, primas, novias, amantes, suegras, colegas; toda una galaxia de las descendientes de Eva han influenciado desde mi forma de ser, hasta algunas de las principales decisiones de mí vida. ¡Eso debo aceptarlo!
Hoy, cuando sobrepaso con creces los cuarenta, y con la pretensión de creerme un ilustrado en temas femeninos —¡pobre alma inocente! — quiero decir dos cosas: lo primero es que la historia ha sido injusta con ellas; y la segunda es que, por fortuna, durante el siglo XXI, ellas mismas le han ido dándole la vuelta a la historia.
La función de las costillas es proteger los principales órganos, así como mantener la firme estructura del cuerpo. Cuando Dios sacó a la mujer de un costado de Adán, seguramente quería darte esa misión, proteger el principal órgano de la sociedad: ¡La familia!
Pienso que ese detalle fue la perdición y al mismo
tiempo, la condena de mis admiradas mujeres, pues, cuando el tonto de Adán
mordió la manzana, fue ella quién expió toda la culpada; fue vilipendiada y
expulsada del paraíso sin poderse defender, cargando ella solita con todo el
pecado.
Más tarde, cuando el hijo de Dios fue azotado,
crucificado y burlado, la madre, la compañera, la amiga y—¿por qué no? — la
esposa, sintieron en su piel cada latigazo que él recibía y ante la
imposibilidad de protegerlo, so pena de ser igualmente asesinadas, se humillaron
a los pies de los verdugos implorando piedad para el torturado. Una vez más,
ellas protegiendo lo sagrado.
En la antigua Grecia, si el esposo se equivocaba
socialmente, era la fémina quién paga la condena muchas veces con la vida. Más
tarde, en la edad media, además ser convertida en un objeto de placer sexual
cuya única misión era dar un primogénito varón; fue acusada y puesta a la
brasa, calificándola de bruja, solamente porque pretendía utilizar la
naturaleza para curar los males, aunque en otras ocasiones las quemaban por la
simple sospecha de herejía.
La Iglesia católica, siguiendo algunos apartes de
las lecturas de san Pablo, indicaría que la mujer tenía que estar sometida a su
marido, con una obediencia total y absoluta en todo lo que no fuese pecado o
delito. De no hacerlo, el hombre tenía el poderío de castigarla físicamente
para corregirla. ¡Hágame el favor!
Seguramente el proceso de independencia de Colombia
no hubiera sido el mismo sin la participación dirección de las mujeres; ya sea
desde la monarquía española o desde el ejército patriota. Mujeres de todas las
edades, razas y clases sociales aportaron de distintas maneras a la causa
independentista. No imagino cómo hubiese sido esta revolución sin el trabajo
dedicado y sigiloso de la Pola, de Manuela Sáenz, de Manuela Espejo o de Rosita
Campuzano entre muchas otras.
Se han descrito y escrito incontables páginas que
narran el sometimiento, la violencia física y sexual a la que ha sido sometida
la mujer en las diferentes culturas desde tiempos lejanos. La mujer; con su
sagrada misión de cuidar a los demás, históricamente ha pagado el precio más
alto. Su dignidad ha sido reducida y satanizada por el simple hecho de existir.
Hoy, aunque aún las tasas de maltrato y
feminicidios siguen siendo altas, se han tenido avances considerables.
Especialmente en este siglo se ha observado como la mujer tiene una mayor y
activa participación en las diferentes ramas sociales de la modernidad.
Ver el liderazgo de la mujer en la vida política,
empresarial y militar del país, es un avance del cual estamos en la obligación
de sentirnos orgullos, pues tradicionalmente, estas actividades de la
colectividad colombiana las han ocupado hombres. Pero observar mujeres qué con
esfuerzo, trabajo e inteligencia se han ganado espacio en la ciencia
—cualquiera de sus ramas— y el arte es algo fuera de este mundo.
Existen varios casos para resaltar, pero por estos
días despertó el interés de la comunidad científica internacional, el caso de
la colombiana Diana Trujillo quién con tan solo cuarenta años, participó en el
grupo del Jet Propulsion Laboratory de
la Nasa, cuya última exitosa misión fue llevar el robot Perseverance a
la superficie del planeta Marte. El mérito de esta mujer, no solo está en sus
altas habilidades matemáticas e ingenieriles, sino también, en el hecho de ser
la primera mujer de origen hispano en ingresar a la academia de la Nasa después
de finalizar sus estudios de ingeniería.
Lo que más sorprende de esta científica, es que
mientras estudiaba ingeniería aeroespacial en la universidad de Maryland, para
soportar parte de sus gastas estudiantiles, trabajó como empleada de servicios
generales, tal como lo hacen muchos de los hispanos que migran a los Estados
Unidos.
Un caso parecido existe en Colombia con Paola Pinilla, una física y astrónoma que se ha dedicado a investigar y entender cómo
se forman los planetas y que circunstancias se debe dar para que suceda el
nacimiento de estos lejanos habitantes de la vía láctea. La actividad
científica de la doctora Paola, no es de poca monta; a sus 33 años tiene 17
publicaciones como autora principal, 45 como autora secundaria y sus trabajos
han sido citados más de 2300 veces por otros científicos a nivel internacional
que comparten sus mismos intereses. Además, fue la ganadora de la beca Hubble
de la Nasa, la más prestigiosa beca en el mundo para estudios posdoctorales en
astrofísica.
En el campo de la literatura, ofreciendo excusas
por los notables olvidos, quiero exaltar la escritora caleña Pilar Quintana,
quién este 2021 fue la ganadora del premio Alfaguara de Novela con la obra
titulada “Los abismos”. Un premio que se ganó a pulso entre más de 2400 obras
que se presentaron a este premio y que sin lugar a dudas refleja el trabajo
dedicado y continuo de esta brillante escritora.
(Ver también: LECTORES CAFRES)
Para finalizar y no extenderme más de la cuenta,
quiero resaltar la labor de mis mujeres y en especial de mi madre, una colombiana
como tantas, quién a pesar de su bajo nivel educativo, inculcó en mí y en mis
hermanos el amor por la ilustración y el conocimiento. Una mujer con carácter y
autoridad espartana, que se las arreglaba para estirar el ingreso paterno para
los gastos generales del hogar dándole prioridad a su misión: “Educar a los muchachos”. Una colombiana
que además del amor al conocimiento, inculcó en sus hijos el valor por el
trabajo dedicado, el respeto de la autoridad y el espíritu de cooperación. Una
colombiana como tantas, que entienden que su misión es parir guerreros, personas
útiles a la sociedad.
Infortunadamente la historia ha sido implacable con
las mujeres, pero lo reitero, la misma historia ha ido permitiendo que ellas
mismas la transformen, la reescriban y se autodignifiquen ya que los hombres no
lo hemos hecho. El escrito de hoy, es dedicado a todas ustedes mis mujeres
colombianas: ¡Feliz día de la Mujer!
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Gracias! Inspirador y gratificante.
ResponderEliminarExcelente escrito.
ResponderEliminarPara escribir como tu se necesita estructura mental , disciplina y conocimiento del tema. Con respeto y admiración,
ResponderEliminar👏🏻👏🏻👏🏻 Excelente, claro, oportuno. Lo más importante es que estás haciendo una de las cosas que Amas hacer. Felicitaciones Juan Pablo Mesa
ResponderEliminarMe gusto tu texto. Sigue escribiendo.
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