El hambre se define como las ganas y la necesidad de comer, aunque otra acepción define el hambre como el apetito o deseo ardiente de algo. Hoy día la humanidad se encuentra famélica. Existen en el mundo cerca de 690 millones de personas que padecen hambre y/o inseguridad alimentaria, entre tanto, muchos hambrientos, motivados por su propia codicia, invierten fortunas en una moneda virtual.
El hambre es una
conmoción corporal muy incómoda y puede ser hasta dolorosa, es causada por
un insuficiente consumo de energía alimentaría, volviéndose crónica cuando la
persona no puede consumir una cantidad suficiente de calorías de forma
frecuente para llevar una vida saludable.
El mundo moderno,
impulsado por una absurda necesidad de transformar todo lo real en virtual, se
cansó del papel monedo emitido por los bancos y con el fin de satisfacer su
voracidad financiera, ayudado por la digitalización de los sistemas económicos,
creó monedas digitales: las criptomonedas.
(VER: EL DECEPCIONANTE SIGLO XXI)
El dinero real es
emitido por un banco central de un país o una comunidad económica, es
respaldado por las reservas de dólares que ese país tenga y sirve como medio de
pago (obviamente), como una unidad de medida equivalente y; al final, es un
certificado de confianza que tienen quienes los usan; por tanto, la emisión del
dinero real es regulado y controlado por el banco central con el objetivo de
mantener un equilibrio del sistema económico.
Las criptomonedas son
una versión online de los billetes tradicionales, no son controladas por ningún
gobierno ni por ningún banco central; por lo tanto, no se existe una
explicación racional para que estas monedas generen tanta hambre en los inversionistas.
En lo que va del año;
el Bitcoin por ejemplo, se ha valorizado cerca de un 220%, mientras que los
expertos intentan justificar lo injustificable argumentando que el alza de este
“fabuloso” mecanismo de inversión obedece a su presunta madurez.
Sin lugar a dudas,
esa es una explicación imprudente que evidencia un exceso de confianza en el
Bitcoin y que ignora de manera voluntaria los riesgos y consecuencias que
podría dejar en el sistema económico mundial el eventual estallido de esta
burbuja. Es un claro ejemplo del síndrome del necio, el cual se caracteriza por
el comportamiento irracional de quienes, impulsados por el hambre de dinero
fácil y rápido, acceden a estas inversiones sin estimar los riesgos financieros
de tan osada actuación.
(VER: LA PESTE ECONÓMICA DE COLOMBIA DURANTE EL 2020)
Sin lugar a dudas,
mírese por donde se quiera mirar, estamos en un mundo famélico: La pandemia ha
revelado la inmensa desigualdad económica de hoy, ha disparado los niveles del
hambre mundial; entre tanto, muchos codiciosos arriesgan sus fortunas
invirtiendo en un “activo” que carece de cualquier respaldo.
Algo estamos haciendo
mal, de eso no cabe dudas. Hemos abusado de la digitalización buscando saciar
nuestra codicia, mientras en el mundo, en pleno siglo XXI, aún mueren miles de
personas de hambre.
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Si es increíble que aún muera gente de hambre, y mas increíble aun la indiferencia humana. Gracias por escribir
ResponderEliminarTriste pero cierto, buen texto
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