Con la tormenta
mental de no saber qué día es y la zoncera del sol cenital, Ronald Velázquez
recorre alguna carretera colombiana que le permita llegar al sur. Tiene 26 años
de edad; y dos pequeños retoños que dejó en su natal Apure al cuidado de sus
padres y algunos de sus hermanos. No camina solo, va en compañía de otros
paisanos que se le han juntado durante la travesía.
El marasmo de su
cuerpo es evidente, está cansado, se le nota en la cara. Lleva puesto un
pantalón corto a la rodilla, tiene una chompa con mangas largas que le cubre
desde el cuello hasta la cintura, usa chanclas para hacer más cómodo su caminar
y lleva puesta una gorra chavista, de esas que tienen los tres colores y
distribuidas de manera uniforme las estrellas de la bandera venezolana; no la
suelta ni para dormir, es como un amuleto que le recuerda su origen.