No es exagerado decir que la revolución de los datos o Big Data; es aprovechada con fines comerciales, pues, permite comprender las actividades que hicimos ayer, analizar las que hacemos hoy, con el objetivo de intentar predecir nuestro comportamiento mañana, con el fin de ofrecernos la posibilidad de comprar cosas, generalmente deseadas, pero en la mayoría de casos inútiles, con su respectivo descuento.
Esta situación lleva a preguntarnos: ¿Será el Big Data realmente capaz no solo de vigilar el comportamiento humano, sino también de someterlo o condicionarlo? ¿Será posible que el Big Data pueda lograr ejercer sobre nosotros un control político mediante el espíonaje de nuestras actividades? Probablemente sí, con seguridad estemos dejando de lado al Big Brother y lo estemos reemplazando por el Big Data.
El asunto es tan serio y a la vez tan preocupante, que hasta el mismo Mark Zuckerberg, propietario de Facebook, tapa la cámara y el micrófono de su laptop. Este hecho ocurrido hace algunos años, vuelve a tomar relevancia pues, este año empezó con la sorpresa de que WhatsApp, cuyo propietario es Facebook-Zuckerberg, cambiaría sus políticas de privacidad. En virtud de ese cambio, toda la información que WhatsApp tenga de sus usuarios se compartirá en adelante con Facebook y todo el conglomerado empresarial, que incluye a la famosa red Instagram.
En ese contexto, cuando Facebook pueda recopilar toda la información sobre dónde nos novemos, las palabras clave que utilizamos en nuestras búsquedas, los enlaces de compras que usamos; le damos la posibilidad al “Big Brother social” de crear nuestros “metadatos” para generar perfiles de consumo que cada vez más precisos. Ahora, con la vinculación de WhatsApp, todo lo que compartes, Facebook lo utilizará con fines comerciales.
Ahora bien, tus datos almacenados con fines mercantiles, sin duda, también será utilizadas con fines políticos y electorales; pues si comparamos el acto de compra con el acto de votar, no sería descabellado realizar la analogía entre un comprador y un votante o entre un mercado con el Gobierno. El Big Data pone de manifiesto patrones de comportamiento y de consumo colectivos de los que los usuarios no son conscientes y; seguramente, su efecto en la política será muy similar al que ocurre en el comercio.
La política digital, si se quiere llamar así, sería entonces capaz de apoderarse del comportamiento del electorado a un nivel que escapa a la conciencia.
Caer en cuenta de cuanto poder sobre la estructura social actual, tienen los gigantes del Big Data es un acto tardío, sin embargo, sin el ánimo de crear pánico generalizado, sí vale la pena preguntarnos: ¿Cambiamos al Big Brother por el Big Data sin darnos cuenta? ¿Se creará un nuevo conflicto ético totalmente inesperado, sorpresivo, en la sociedad civilizada hoy?
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